lunes, 23 de junio de 2008

EN DEFENSA DE LA LENGUA CASTELLANA



Carmen Iglesias, Jose Antonio Marina, Aurelio Arteta, Félix de Azúa, Albert Boadella, Carlos Castilla del Pino, Luis Alberto de Cuenca, Arcadi Espada, Antonio González Troyano, Antonio Lastra, Mario Vargas Llosa, Fernando Sosa Wagner, Carlos Martínez Gorriarán, José Luis Pardo, Álvaro Pombo, Ramón Rodríguez, José María Ruiz Soroa y Fernando Savater son un grupo de escritores, filósofos o profesores que resumen lo mejor del pensamiento político español actual, en todas sus vertientes. En este grupo los hay progresistas, conservadores, liberales, socialdemócratas… muchos de ellos son miembros activos de UPD y otros, sencillamente, personas comprometidas con su tiempo y con su país, que es España. Pues bien: hoy, todos ellos, han hecho público un “Manifiesto en defensa de la lengua común”, que no es otra que el español o lengua castellana. Quieren denunciar, así, el acoso a que se ven sometidos los castellanoparlantes en algunas comunidades autónomas españolas en las que los partidos nacionalistas reinantes sueñan con construir espacios puros para la pura comunidad nacional.

En el siguiente enlace pueden consultar el texto completo del Manifiesto:

http://estaticos.elmundo.es/documentos/2008/06/22/manifiesto.pdf

Por la importancia y oportunidad que hoy en día tiene esta defensa sin complejos del más rico elemento del patrimonio cultural de los españoles, que no es otro que nuestra lengua común (tan vilipendiada por los nacionalistas que la persiguen como por las miembras del Gobierno que se basan en la autoridad de Chiquito de la Calzada para reírse de ella) hemos creído oportuno difundir en la medida de nuestras posibilidades este Manifiesto. Les invitamos a que lo lean y a que, si lo estiman oportuno, lo suscriban en:

jueves, 19 de junio de 2008

BOSQUEJO BIOGRÁFICO DE DON BELTRÁN DE LA CUEVA



Queremos hacernos eco en este blog de la inminente publicación por parte de la Editorial "El Olivo" del libro titulado «Bosquejo biográfico de Don Beltrán de la Cueva», que no había sido reeditado desde que viera la luz en 1881. Y ello pese a ser un instrumento imprescindible para adentrarse en la vida y hechos de este singular ubetense del siglo XV, cuya actividad vital y política en aquel momento fue particularmente relevante para el curso de los acontecimientos.

Su autor, D. Antonio Rodríguez Villa (Madrid, 1843-1912), colaboró con Cánovas en la redacción de la Constitución de 1876 como asesor y junto con Pascual Gayangos redactó el catálogo de manuscritos españoles del Museo Británico. Miembro de la Real Academia de la Historia desde 1893 y su bibliotecario vitalicio a partir de 1910, cuenta en su haber con más de treinta monografías publicadas, muchas de ellas de carácter biográfico y en las que predomina una importante aportación de fuentes documentales.

Con esta edición, la Editorial El Olivo de Úbeda inaugura una colección que, bajo la denominación de «Real Viejo», pretende aglutinar una serie coherente de trabajos y monografías, en unos casos reediciones y en la mayoría obras de nueva factura, básicos para el conocimiento de una parte significativa de la cultura ubetense, andaluza y española. Para ello cuenta con la colaboración directa de la Asociación Cultural Ubetense «Afredo Cazabán Laguna», que durante casi veinte años viene desempeñando una importante tarea de recopilación y edición de fuentes documentales y bibliográficas. Sin duda, la puesta en marcha de esta colección es una extraordinaria noticia para una ciudad como Úbeda, que adolece gravemente de un trabajo cultural serio sobre todo en lo referido a la materia de los libros. El hecho de que los hombres de la Asociación "Alfredo Cazabán" estén detrás de este importantísimo proyecto garantiza la calidad de las obras que la colección se publique. Sólo falta que tan importante apuesta encuentre eco entre la ciudadanía.

La edición de la obra ha corrido a cargo de Antonio Almagro García y Ramón Beltrán Almazán, dos de los socios fundadores de la Asociación “Alfredo Cazabán”.

viernes, 13 de junio de 2008

NUEVA VISITA A SANTA MARÍA



Dentro de las actividades organizadas por el Museo Arqueológico de Úbeda, mañana sábado día 14, a las 11,30 horas, tendrá lugar una nueva visita a la iglesia de Santa María de los Reales Alcázares. Será la segunda visita en apenas unas semanas, nuevamente guiada por el profesor e historiador Antonio Almagro García. La realizada durante el mes de abril fue un éxito sin precedentes: cientos de personas abarrotaron el malogrado templo para escuchar, de boca de Antonio Almagro, no sólo la fascinante historia de esta iglesia que encierra algunos de los mejores recuerdos de la ciudad sino las verdades del barquero que nadie se atreve a decir con respecto a las obras de "restauración" que viene padeciendo desde 1983.

Antonio Almagro ha dedicado muchos años de su vida a investigar y estudiar la que fuera Colegiata de la ciudad y es, hoy por hoy, la persona que mejor la conoce. Por eso, cualquier persona interesada en conocer lo más íntimos detalles de este templo o bien compra el libro que Almagro publicó sobre él (reeditado por El Olivo hace un par de años) o asiste mañana a esta interesante visita, en la que escuchará sobre el terreno las explicaciones y las quejas.

Para los que nos lean desde fuera de Úbeda y no tengan ni idea de lo ocurrido en Santa María, les diremos que en 1983 fue cerrada al culto para acometer unas obras de restauración, que tuvo la desgracia de que las competencias de Cultura fuesen entonces transferidas a la Junta de Andalucía, que no dudó en encargar la obra al arquitecto Isicio Ruiz de Albusac (de infausta memoria), arquitecto éste que procedió a la destrucción del templo; que luego y a la vista del desastre las obras fueron encargadas al arquitecto Enrique Venegas, arquitecto éste que procedió a la destrucción de alguna de las partes del templo que se habían salvado de la furia de Ruiz de Albusac y que se inventó una iglesia nueva que absolutamente nada tiene que ver con la que se cerrara en 1983; que después de 25 años cerrada y tras haberse anunciado su "inminente apertura" en cada una de las campañas electorales que en Úbeda han sido desde mediados los noventa, todavía se desconoce cuándo se abrirá al culto lo que antaño fuera Santa María... Y, le diremos, por último, a los que nos lean desde fuera, que el pueblo de Úbeda ha asistido, cómplice y silencioso durante todos estos años, al atentado cometido contra su templo más querido.

martes, 10 de junio de 2008

HOMENAJE A JUAN PASQUAU



Se cumplen hoy treinta años de la muerte en Madrid de Juan Pasquau Guerrero, que había nacido el 21 de abril de 1918 en el seno de una familia de rancio abolengo y de gran tradición política (su padre, su abuelo y varios familiares suyos más fueron alcaldes de la ciudad), muy querida entre los ubetenses. Baste recordar en este sentido que su abuelo Antonio Pasquau y González de Castañeda, siendo alcalde de la ciudad en la última gran epidemia de cólera del siglo XIX, vendió todos sus bienes para paliar la miseria y el hambre de las clases populares; en recuerdo de este gesto se puso su nombre a la calle Trinidad (que oficialmente sigue llevando el nombre de tan ilustre alcalde, pues nadie lo ha cambiado posteriormente) y se acordó que su retrato presidiera el Salón de Plenos del Ayuntamiento, acuerdo que nunca se cumplió.

La labor cultural, literaria, filosófica y educativa de Juan Pasquau es ingente.

Dedicó su vida profesional al magisterio, cuyos estudios realizó por libre, implicándose personal y familiarmente en esa aventura educativa y cultural que fueron las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia. Luego aprobó las oposiciones al Cuerpo Nacional de Directores Escolares, y desde entonces dirigió varios Colegios en Úbeda. Fue profesor en la Escuela Universitaria de Magisterio y en la Escuela de Artes y Oficios de Ubeda. En artículos, conferencias y pequeños ensayos plasmó su personal concepción de la enseñanza y la educación En reconocimiento a sus méritos profesionales en el ámbito de la enseñanza recibió en 1977 la Cruz de Alfonso X El Sabio.

Fue también Director de la Biblioteca y del Archivo Municipal de Ubeda durante muchos años.

En el ámbito literario, Juan Pasquau puede considerarse legítimamente entre los mejores y más fecundos articulistas de su época a nivel nacional. Fue colaborador asiduo de los diarios “Jaén” (al que estuvo vinculado desde sus comienzos literarios, en 1941), ABC de Madrid (desde 1958) e “Ideal” de Granada (desde 1972). Más esporádicamente colaboró en otras muchas publicaciones, como “YA” de Madrid, ABC de Sevilla, “Ideal Gallego” de La Coruña, “El Norte de Castilla” de Valladolid, etc. Fundó la Revista literaria mensual “VBEDA”, de la que fue director y principal suministrador de contenidos durante 18 años, hasta su extinción. En dicha revista queda reflejada una valiosa crónica de la vida cultural y social de una pequeña ciudad en la España de los años 50 y 60 y sigue siendo la empresa cultural más ambiciosa y fecunda que ha tenido lugar en Úbeda en los últimos cien años.

Sus artículos –no se ha hecho un recuento exacto, pero podría darse una cifra aproximada de unos 2.000 publicados– abordan temas de todo género; literarios, pensamiento y opinión, crónicas, viajes, arte, religión, política, filosofía, pedagogía, vida cultural, espectáculos, costumbres, historia, libros, semblanzas personales, etc. Es de destacar la cantidad de artículos y trabajos referidos a la ciudad de Úbeda: en el libro “Biografía de Úbeda”, en la revista “VBEDA” y en numerosísimos artículos de prensa construyó una manera de pensar y concebir a Úbeda que hoy, treinta años después de su muerte, sigue vigente. En cierto modo, puede decirse Ubeda se ha esforzado en parecerse a como la concebía Juan Pasquau Guerrero.

Al margen de los artículos de prensa, en vida publicó las siguientes obras: como Biografía de Ubeda (1958), 1ª edición, Polvo iluminado (1948) (recopilación de artículos), Dos temas de Ubeda (1970), Cazabán, vigente (1972) (separata), Úbeda, Ciudad del Renacimiento Andaluz (1975), Cobos, Secretario del Emperador, Reseña de Ubeda (1971).

Como obras póstumas se han publicado Biografía de Ubeda (2ª edición) (1984), Temas de Jaén (1980), A la busca del hombre perdido (1987), Tiempo ganado (1988), Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia: memoria de una época (2006).

Juan Pasquau, además de extraordinario escritor y pensador de talla, fue un hombre comprometido con la sociedad de su tiempo. Y eso se trasluce no sólo en sus muchos artículos sino también en los cargos que desempeñó a lo largo de su fecunda vida. Así, podemos destacar que fue Consejero de número del Instituto de Estudios Gienenses desde su fundación (1952), y Presidente de su Sección de Publicaciones; Académico Correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de Madrid (desde 1971); Cronista Oficial de Ubeda (desde 1968); miembro fundador del Instituto de Estudios Sanjuanistas de Ubeda; miembro de la Comisión asesora del Ministerio de Educación y Ciencia de Jaén; y Concejal del Excmo. Ayuntamiento de Ubeda desde 1960 a 1967.

Una vida tan generosa se vio recompensada con distinciones y reconocimientos como la Cruz de Alfonso X El Sabio en reconocimiento a sus méritos en la enseñanza (1977), el título de Hijo Predilecto de Ubeda (1970), la Medalla de Plata de la ciudad de Úbeda (1978) y varias decenas de premios literarios, entre los que destacan el Premio “Olivo de Oro”, en su edición de 1971, el Primer Premio Nacional Literario, por un artículo publicado en “ABC” (1962), el Premio Nacional de Periodismo de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas (1963) o Premio extraordinario “Cronista Cazabán”, del Instituto de Estudios Giennenses (1972).

Hoy se cumplen treinta años de su muerte. En los primeros años Juan Pasquau obtuvo el reconocimiento de su ciudad y de sus gentes, que se plasmaron en varias iniciativas: la Biblioteca Municipal, un Colegio de Enseñanza y una calle llevan su nombre; y por suscripción popular se encargó al escultor Juan Luis Vasallo un busto de su figura que se instaló en Ubeda. Treinta años después, todavía no se ha abordado los más importantes reconocimiento y homenaje que puede hacerse a tan gran hombre como fue Juan Pasquau: dignificar la Biblioteca que lleva su nombre y a la que tantas horas dedicó y publicar su obra completa.

Por nuestra parte, sirva esta pequeña semblanza como homenaje de la Biblioteca Pública a uno de los más grandes hombres de la historia de Úbeda.

lunes, 9 de junio de 2008

NO MOLESTAR: ESTAMOS TACONEANDO



El mes de junio aumenta, hasta lo indecible, la lista de padecimientos de la Biblioteca Municipal de Úbeda. Ayer comenzaron los fines de curso de las escuelas de danza de la ciudad, negocios privados a los que el Ayuntamiento da toda clase de facilidades para poder desarrollar sus negocios en el Hospital de Santiago, aún a costa de perjudicar seriamente la prestación de servicios públicos. Ocurre año tras año y éste que nos ocupa no iba a ser menos por ser bisiesto: a partir de esta semana, el Hospital de Santiago se cerrará algunas tardes a la ciudadanía para que las gerentes de las escuelas de danza puedan desarrollar sus lucrativas y ruidosas actividades. Y así, las puertas del Hospital del Obispo Cobos sólo se abrirán para aquellos que paguen las entradas que ponen a la venta las escuelas de danza, que incluso pueden instalar barras en el patio, tal y como ha ocurrido otras veces. De barrerlo y limpiarlo, claro está, se ocupa luego el personal municipal.

De todos los servicios municipales que se prestan en el Hospital de Santiago el más perjudicado es, sin duda, la Biblioteca Pública. Ya durante todo el año sus miles de usuarios tienen que soportar los taconeos que la mal llamada Escuela Municipal de Danza (se llama “municipal” pero es un negocio absolutamente privado) realiza en una sala que la Caja de Granada subvencionó para sala de exposiciones y que ya forma parte de la mayor honra y gloria de la escuela de danza. Esta sala está casi encima de la Biblioteca. Pero será en junio, cuando más usuarios utilizan las pésimas instalaciones de la Biblioteca (estudiantes, opositores), cuando la cultura danzante se cebe especialmente con los pacíficos ciudadanos que acuden a la Biblioteca: los obligarán a entrar y salir, como furtivos o delincuentes, por las puertas traseras y los corrales del Hospital de Santiago y amenizarán su intento de estudiar con el estruendo de sevillanas, jotas y otros menesteres propios de los coros y danzas que se habrán instalado, con toda clase de facilidades, en el patio noble del Hospital de Santiago. Como diría Murphy, las escuelas de taconeo siempre taconean al lado de la biblioteca.

viernes, 6 de junio de 2008

AMONTONADOS



Como cada año, cuando se aproximan los exámenes de junio la Biblioteca revienta. Literalmente revienta de ciudadanos que hacen uso de sus patéticas instalaciones: lo de patético lo comprobarán cuando apriete la calor y se tengan que abrir las ventanas para que los usuarios no mueran asfixiados, al precio, eso sí, de deleitarse con la música de los cientos de vehículos que sólo dejan de pasar por delante de la asfaltada lonja del Hospital de Santiago cuando hay conciertos (para gente fina) en el patio central. Mientras tanto (y a la espera de que lleguen los días plenos de cultura en que las escuelas de danza de la ciudad toman el Hospital de Santiago) adolescentes machacados por la LOGSE, bachilleres en puertas de la Selectividad, universitarios que todavía piensan que tras el título les espera un futuro mejor y varios opositores siguen amontonándose alrededor de las viejas mesas de la Biblioteca.

Puede que nadie se preocupe de arreglar este espacio que debiera ser sagrado, porque allí se va a estudiar y a leer, porque allí hay silencio o, como mucho, la algarabía propia de una edad en la que está intacta la esperanza. Tendremos que esperar a que los ciudadanos ilustrados que visitan cada día la Biblioteca paseen corbatas y visones o taconeen sobre las mesas donde ahora apoyan los codos, para que se dignifique la Biblioteca.

martes, 3 de junio de 2008

LA BIBLIOTECA CONFINADA



Al leer la breve historia que este cuaderno hace de la Biblioteca Pública Municipal de Úbeda, que algún día habría que completar hasta donde los rastros documentales y testimoniales lo permitiesen, pasamos por alto que cuando hablamos de la Biblioteca y sus relaciones con los usuarios no siempre estamos hablando de lo mismo. Resulta fácil comparar términos equivalentes.

Por ejemplo, cuando en 1951 el recordado D. José Molina Hipólito (entonces Bibliotecario Municipal) manifiesta en la Revista Vbeda a Don Juan Pasquau, transmutado en Anselmo de Esponera, que la Biblioteca cuenta con 1 903 obras y un total de 2 510 tomos, nos sentimos capaces de emitir un juicio de valor contrastando, en términos simplemente numéricos, aquella realidad con la actual.

Nos parecerán acaso pocos los títulos a disposición de los lectores. Sin duda lo eran. Sin embargo Molina Hipólito, cuya tarea como Bibliotecario Municipal ha sido poco o nada reconocida pero a quien debemos la reorganización de la Biblioteca desde 1944 hasta aquel desgraciado marzo de 1953, da la cifra con cierta satisfacción. Y no nos dejemos engañar, él había conseguido dar a la Biblioteca una vida tan funcional y acogedora como en los penosos tiempos de la postguerra era posible. Para las circunstancias de la época su orgullo era legítimo. De espléndida la califica Juan Pasquau en aquel momento.

La Biblioteca en tiempos de Pepe Molina no había dejado de ser la Biblioteca Popular que se creara en 1927, pese a desenvolverse en una sociedad controlada por un régimen totalitario y cruel. Y, como en la Biblioteca Popular, el bibliotecario estaba obligado a permanecer en la sala durante todo el horario de lectura. Chocante obligación, aunque evidente, por cuanto parece confundir los conceptos y circunscribir al periodo de apertura de la biblioteca la posibilidad de la lectura. Pero no había confusión alguna. Era rigurosamente así. Estaba terminantemente prohibido que los libros saliesen del centro; la sala de lectura era el único lugar donde podían ser utilizados.

Para llegar a la biblioteca circulante, la que presta los libros a los usuarios para que se los lleven a casa, hubo que esperar un poco más.

En enero de 1954, el también recordado Antonio Parra, como nuevo bibliotecario municipal, firmaba en los números 49 y 50 de la Revista Vbeda una "Memoria de la Biblioteca Pública Municipal" en la que afirmaba, por primera vez en nuestra ciudad, que "la Biblioteca no termina en el salón, que la biblioteca moderna no debe ser un simple almacén de libros sino un centro activo y aun ofensivo de la cultura". Se refería, por si alguien pensaba otra cosa, a que "debe convertirse en circulante, buscando al lector en su propio domicilio". Debe prestar los libros fuera de sus instalaciones. Porque, si en la época del inefable Pepe Molina el mayor enemigo de la lectura era el analfabetismo, en la nueva etapa inaugurada por Antonio Parra se estimaba como mayor dificultad la imposiblidad de leer en la bilioteca para muchos vecinos "por incompatibilidad de sus respectivos trabajos".

De este modo, a la etapa de nuestra Biblioteca de la segunda mitad de los años 50 le debemos su carácter circulante, esto es, que los libros sean prestados para ser leídos o consultados fuera de la sala. Con las iniciativas del nuevo Bibliotecario, comienza una nueva etapa de la que alguna vez habrá que hablar. Quizás no sea ahora el momento.

Quiero destacar algo de aquella biblioteca confinada en su elegante salón del Palacio Municipal, una característica que le transmitió Molina Hipólito, algo que marcó la esencia de nuestra Biblioteca y que ha llegado hasta nosotros. Pasados los años cruzo el abigarrado y revenido espacio de la sala que ocupa en el Hospital de Santiago y la reconozco, como reconocemos en los hijos la infancia de nuestros padres. La imagen que acude a mi memoria poco tiene que ver con el carácter circulante o no de la colección. Ni con la ratio de libros por habitante, los puntos de lectura o el horario. Desde la autoridad que le confiere la distancia de más de cincuenta años nos lo recuerda Anselmo de Esponera: «... al entrar en la Biblioteca, que se encuentra en el Palacio Municipal, nos ha recibido la sonrisa - siempre cordial- de Pepe Molina. Porque este es el primer "confort" (valga por una vez el extranjerismo) que se encuentra al penetrar en la Biblioteca ...».